El Caso
Carrasco fue un proceso
judicial llevado a cabo para esclarecer la muerte de Omar Carrasco, por entonces soldado conscripto de una unidad militar de Argentina.
El hecho en sí y los conflictos generados por el
mismo tuvieron repercusión a nivel socio-político en la Argentina y es
considerado uno de los motivos por los cuales se derogó la ley Nº 3948 que
establecía el servicio militar
obligatorio.
Tras salir sorteado para realizar el
servicio militar obligatorio, Carrasco se incorpora el 3 de marzo de 1994 al Grupo de Artillería 161 del Ejército
Argentino, en la localidad de Zapala.
Tres días después de su incorporación es
reportado como desaparecido, y considerado desertor. Poco después sus padres lo
van a visitar en su primer franco interno y se les comunica del hecho.
Sus
padres desconfiaron de la versión oficial pues conocían el carácter de Omar,
quien sería relativamente sumiso: jamás haría eso. Ninguna instancia militar
les dio respuestas. El diario regional Río
Negro publicó que los padres lo buscaban con
desesperación. La justicia Federal de Zapala demoraba imprudentemente la
investigación. La opinión pública comenzó a movilizarse y ejercer presión. Un
mes después fue encontrado el cuerpo sin vida de Omar, en el fondo del cuartel.
La
Justicia Federal no investigó y con ello
permitió que el Ejército se adueñara de su investigación. En esa investigación
clandestina, fueron señalados sin pruebas1 los responsables de la compañía de
Omar a la fecha de su desaparición y la justicia federal la asumió como propia.
Un año y medio después de que terminara ese controvertido y sospechado proceso
los condenaron en un juicio oral que profundizó el ya creciente escepticismo
entre la opinión pública, pues en él se ventilaron numerosas irregularidades en
la obtención de los indicios que se usaron para llegar a las condenas, pues
allí tampoco se encontraron pruebas. Las condenas a un subteniente a 15 años de
prisión y dos soldados a 10 años calmaron el clamor popular que exigía juicio y
castigo a los culpables, pero dejaron un sabor amargo porque no se pudieron
corroborar efectivamente las acusaciones.
En las investigaciones que se siguieron por los
encubrimientos del crimen, se descubrieron innumerables pruebas que chocaban
con las sentencias que condenaron a los tres acusados. Pero en vez de
profundizar las pesquisas se dejó caer el caso en el olvido, hasta su
prescripción. Con ello se perdió la oportunidad de ratificar o rectificar las
condenas y se profundizó la sensación de injusticia. En febrero de 2009, el
último de los acusados terminó de cumplir su condena, y hasta el día de hoy los
tres siguen insistiendo en su inocencia.
El objeto de la suspicacia general fue que, aunque
era evidente que Carrasco había sido golpeado, el hecho de que su agonía y
muerte haya sucedido en un hospital militar, más el de haber estado oculto un
mes en las instalaciones castrenses, señalaba claramente una intervención de
personal de mayor jerarquía que la de los acusados, mientras que los tres
condenados eran de la menor jerarquía existente, los conscriptos Cristian
Suárez y Víctor Salazar y el subteniente Ignacio Canevaro. En 2001 el tribunal
oral de la provincia de Neuquén consideró inicialmente que no había prescrito
la causa que se siguió por los encubrimientos del caso, denominada
"Carrasco II", señalando a los cuadros superiores del cuartel, mas
luego se retractó.2 En 2007 La Cámara Nacional de
Casación Penal dejó sin efecto su sentencia.
Una
semana después de la aparición del cadáver, en los círculos políticos ya se
hablaba de la derogación del Servicio Militar Obligatorio y
tiempo después fue suspendido, mediante un decreto firmado por el entonces
Presidente de la
Nación Argentina, Carlos
Saúl Menem el 31 de agosto de 1994 y la
implementación de un sistema de voluntariado rentado
No
fue una política planificada ni el resultado de largos debates parlamentarios.
Lo que acabó con el servicio militar obligatorio en la Argentina fue una paliza
feroz .Domingo en un cuartel de la Patagonia. Calor. Tres y cuarto de la tarde. Un
empujón, acaso una trompada, tiró al piso a Omar Octavio Carrasco -19 años,
tímido, repartidor de pollos congelados, lector de la Biblia y conscripto desde
hacía tres días-. Siguió una catarata de golpes que recibió en el suelo. Por
todos lados. Duros, dolorosos. Y una patada crucial, certera, desgarradora, que
partió una costilla y perforó un pulmón. También un tremendo golpe en un ojo
(¿un palazo de punta?). Acaso junto a la patada. Quizás inmediatamente
posterior, como golpe de gracia. El chico tiene un hemorragia interna. Siente
que se ahoga. No puede gritar. Sufre. Se muere. Fueron segundos. ¿Qué razón
pudo justificar esa masacre? El Tribunal Federal Oral de Neuquén dijo que
quisieron castigarlo por una falta. Avivar a los golpes a ese soldado flaco,
que sonreía cuando se ponía nervioso y ya se estaba descubriendo a sí mismo
inútil para la vida militar. Por el crimen fueron condenados, el 31 de enero de
1996, el subteniente Ignacio Canevaro (a 15 años de prisión) y los soldados
viejos Cristian Suárez y Víctor Salazar, a 10 años. Al sargento Carlos Sánchez
le dieron 3 años por encubridor. Según la sentencia, a Carrasco le pegaron
porque era torpe, y eso desató la ira violenta de un subteniente que
reaccionaba con furor inusitado. Cuando los padres de Carrasco fueron a visitarlo
al cuartel -dos semanas después del crimen, en marzo de 1994- les dijeron que
su hijo era un desertor. Que se había escapado. Que pudo atacarlo alguna patota
en la calle o andaría por ahí, vagando. Sólo entonces supieron que algo andaba
mal. Su padre rumiaba desconfianza: en toda su vida, Omar -el mayor y el único
hijo varón de la familia- jamás había dormido una noche fuera de su casa. Su
mamá escuchaba en silencio. De su antebrazo colgaba una bolsa de nailon con las
milanesas que le había llevado, todavía tibias. Hubo una denuncia policial y
los diarios locales comenzaron a hablar del caso .El acta de deserción del
Ejército decía que el soldado se había fugado y que se trataba de una falta
grave. En el punto octavo, que no ha recibido malos tratos ni se le hizo faltar
vestuario ni alimentación. Firmado: capitán Correa Belisle, suboficial
principal López, sargento Sánchez y subteniente Canevaro. Era 12 de marzo. Ya
hacía 6 días que el soldado en falta grave, que no había recibido malos tratos,
había muerto a golpes adentro del cuartel. El 6 de abril, justo un mes después
de la paliza, el cadáver del soldado fue hallado al pie de un pequeño cerro, en
terrenos del mismo regimiento donde había desaparecido. Sólo llevaba un
pantalón militar que no era el suyo y un cinturón abrochado muy fuerte, que no
dejó ninguna marca sobre la cintura, como si se lo hubieran puesto mucho
después de su muerte .En ese instante, el servicio militar obligatorio entró en
coma. En agosto, mientras la investigación del crimen aún era un hervidero, el
presidente Carlos Menem firmó el decreto que puso fin a la conscripción,
vigente en el país desde 1901. Aquella paliza feroz había cambiado la vida de
los argentinos .Después vino una larga y confusa investigación sobre el crimen
y su encubrimiento que aún continúa. El caso debía ser investigado por el juez
federal de Zapala, pero no por el Ejército. Llegaron y revolvieron todo.
Parecían la KGB,
relató uno de los soldados que vio llegar al cuartel a los hombres de
Inteligencia que el general Martín Balza juró no enviar pero que, según la
sentencia, contribuyeron a contaminar el juicio y a invalidar pruebas que
pudieron ser relevantes .Las preguntas se multiplicaron. ¿Quiénes supieron y
callaron? ¿A Carrasco lo atendieron en el hospital militar mientras agonizaba?
¿Por qué figura vacunado el 8 de marzo si murió dos días antes? ¿Quién puso el
cuerpo donde lo hallaron? Sin respuestas. De Omar quedaron sus fotos sonriendo
y su guitarra vieja. El número 2017 que él pintó en celeste en la puerta de su
casa. Y una calle de Cutral-Có -100 kilómetros al oeste de Neuquén- que pasa
detrás del cementerio y ocupa tres cuadras de tierra y piedra que separan el
casco urbano del desierto. Se llama, a secas, Soldado Carrasco. El último
conscripto.
El caso Carrasco
Según Pagina 12
Adriana Oliva es bióloga, investigadora del Conicet y jefa del Laboratorio de
Entomología Forense del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino
Rivadavia. Por pedido expreso de la
Justicia nacional y del doctor Julio Ravioli, quien por aquel
entonces dirigía el equipo de médicos forenses que trabajaban en la causa,
participó de la segunda autopsia de Omar Carrasco para determinar cómo se
produjo la muerte del soldado, quien falleció el 6 de marzo de 1994 en un
destacamento militar del Sur, mientras cumplía con el servicio militar
obligatorio. Su trabajo comenzó el 27 de mayo de 1994, cuando recibió la
muestra de insectos que se hallaron en el cuerpo de Carrasco, y finalizó con la
entrega de los resultados que arrojaba su estudio, el 30 de mayo del mismo año.
Así, pudo determinarse que el cuerpo de Carrasco llevaba aproximadamente unos
25 días sin vida y que, si bien fue encontrado en el campo al aire libre, en
realidad el cadáver estuvo oculto durante un tiempo y luego fue plantado en el
lugar donde finalmente fue encontrado.
La datación del fallecimiento era un dato central para la investigación, ya que
la duda radicaba sobre si la muerte era reciente o databa de un tiempo
considerable. Cuando Oliva revisó las muestras se encontró con una población
abundante de larvas de mosca verde (cuyo nombre científico es Phaenicia
Sericata) y que había llegado al final del desarrollo larval. Al determinar la
entomóloga que la muestra era pareja y abundante, pudo constatar que aquella no
era “anormal” y que era algo en lo que podía basarse con relativa tranquilidad.
Por otra parte, que las larvas se encontraran al final de su desarrollo,
sabiendo que provenían de un lugar como Zapala en esa época del año, indicaba
que el tiempo del deceso no podía ser inferior a 12 o 15 días. Por otra parte,
y según Oliva pudo constatar, la amplitud térmica reinante en Zapala (durante
marzo en el día hace mucho calor y, durante la noche, las temperaturas se
reducen considerablemente) jugó su papel: en estos casos, el desarrollo de la
larva se hace más lento. Esto es, manda la temperatura mínima.
Lo cual se relaciona con el punto de desarrollo de las larvas para calcular el
intervalo post mortem del cuerpo. De los huevos que ponen las moscas salen
larvas o “gusanos”, como se las conoce comúnmente. Las larvas se alimentan
vorazmente y cambian su esqueleto externo –lo que se llama proceso de muda–, de
modo que hay tres estadios larvales: cuando han consumido lo suficiente se
transforman en pupas inmóviles, y las pupas a su vez se transforman en moscas
adultas.
El tiempo que tarda una larva de mosca en desarrollarse depende de la especie a
la que pertenece, la época del año y de la temperatura ambiente. En términos
generales, las larvas se desarrollan con mayor rapidez cuanto más altas son las
temperaturas (los datos con los que se manejaba por aquel entonces Oliva
provenían de trabajos en laboratorio hechos en otros países a temperaturas
constantes).
Por experimentos de otros y por experiencias propias y a medida que pudo
recabar más datos sobre experimentos en ciudades como Buenos Aires, donde la
amplitud térmica no es tan marcada, la entomóloga determinó que la misma
especie se desarrolla más rápido con respecto a lugares donde por la noche
disminuye la temperatura.
Otros insectos que aparecieron en el cuerpo del soldado fueron escarabajos del
género Dermestes, que generalmente aparecen con una alteración que comienza en
las extremidades. Con posterioridad al caso Carrasco, las distintas pericias en
las que participó la doctora Oliva le permitieron establecer que los
escarabajos Dermestes pueden llegar a un cadáver a los 20 o 25 días, con lo
cual queda bien en claro que estos insectos no habitan cadáveres frescos.
Asimismo, la entomóloga no encontró larvas de mosca más jóvenes ni de otras
especies. Según Oliva, “la mosca verde está activa bajo la luz, prefiere
temperaturas calurosas y, para tener una muestra abundante de moscas verdes y
no tener otras especies, yo tenía que pensar que el cadáver había quedado
expuesto a la luz por lo menos medio día, pero que después lo habían mantenido
en un lugar oscuro porque no habían ido otras moscas al cuerpo”.
Finalmente, se encontró otro insecto en las muestras, conocido como “avispa de
chaqueta amarilla” y se veía, por el aspecto en el que se conservaba, que lo
habían metido vivo en el frasco. Pero como la avispa no se introduce en lugares
oscuros, Oliva concluyó que el cuerpo había sido ocultado un tiempo
considerable en un lugar oscuro y que luego había sido arrojado al aire libre
poco antes del hallazgo.
Además, el equipo de médicos forenses dirigido por el doctor Julio Ravioli
encontró un patrón de lesiones muy característico que indicaba que Carrasco
había recibido una feroz golpiza.